A dos de tres caídas, sin límite de tiempo


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Referencias

  1. A dos a tres caídas sin límite de tiempo

A dos a tres caídas sin límite de tiempo

Y fue justamente el tiempo el encargado de unir al maestro Miguel Valverde con la lucha libre, un artista plástico chihuahuense que en algún momento se preguntó si la atmósfera del coliseo mexicano se podría representar en todo su esplendor y colorido, si un pincel podría trazar el contraste entre la victoria y la derrota, si el color y las formas lograrían capturar la magia y el misticismo que atesora una máscara y aún más... Si el lienzo y su talento plasmarían en algún momento la historia del pancracio nacional.

Tuvieron que pasar ocho décadas para tener la respuesta a sus preguntas. Ya que le fue encomendada la tarea de crear un mural para conmemorar el 80 Aniversario de la catedral de la lucha libre La Arena México, imaginar un concepto que perdurara y acompañara el éxito de este coloso de la colonia Doctores no fue tarea fácil, sino una investigación profunda y exhaustiva desde los tiempos prehispánicos, pasando por el mágico surrealismo de la lucha libre hasta la época moderna.

Viernes por la noche, la gente se mueve a paso veloz entre automóviles y puestos para no perderse la gran batalla entre dos de sus ídolos, Atlantis y Último Guerrero; muchos niños portando la incógnita del rey de los mares, por su parte, los jóvenes invocando al luchador de otro nivel, en tanto, yo recibiendo mi boleto y el programa impreso; también están los extranjeros, que vienen a vivir la experiencia de la lucha libre más famosa del mundo, y a las puertas de la arena, los vigilantes que cuidan el orden para entrar a esta meca de la lucha libre. Esa noche quedé maravillado de ver algo nuevo, espectacular y lleno de un mágico colorido que me hizo sentir un orgullo y asombro indescriptibles, mis ojos no sabían hacia dónde dirigirse, guerreros aztecas, armaduras, constelaciones, rudos, técnicos, luchadoras, exóticos, llaves y contrallaves, ídolos, extraterrestres, momias, víboras, ponzoñas y cráteres lunares, todo mezclado por una policromía muy mexicana, y tal como se dice en el argot urbano, quería "cortarme las manos" al apreciar una técnica plástica tan depurada y dinámica, acompañada de una creatividad única.

Cada línea finamente trazada que cuenta una parte de la lucha libre, la batalla entre el guerrero jaguar venciendo a un soldado español, marca el primer encuentro simbólico de una gran lucha, las primeras máscaras, usadas por nuestros ancestros y heredadas para no ser olvidadas en el futuro, están pintadas a manera de tzompantli en un tablero en el cual se muestra cronológicamente cómo fueron perdidas en duelos de máscara vs máscara en la monumental Arena México; sin embargo, hay una parte que en especial, llama mi atención y que me fascinó, es el encuentro de nuestros ídolos combatiendo el mal, la imagen de la leyenda viva Mil Máscaras aplicando un castigo a una momia guanajuatense evoca los clásicos del cine de luchadores en donde la misión era enfrentar las amenazas en contra de la humanidad; también está presente el cine de ciencia ficción representado por El Santo aplicando una gori especial invertida a un extraterrestre quien ofrece la rendición inmediata. La presencia del gran rudo de México, Rodolfo "el Cavernario” Galindo, hombre que en su arribo al ring devoraba una víbora y escupía los trozos al público para infringir temeridad, era una historia inolvidable que mi abuelo me contó y que en este mural quedara plasmada para la posteridad.

Huracán Ramírez, el eterno príncipe de seda, Rayo de Jalisco, Ángel Blanco y Ray Mendoza flanquean el retrato del padre de la lucha libre nacional Salvador Lutteroth, visionario y fundador de la Empresa Mexicana de Lucha Libre, actualmente CMLL y que generación tras generación mostró cómo guiar a la seria y estable, como también se le conoce. Asimismo, los trazos y el color continúan y dan vida a grandes luminarias del pancracio, como El Solitario, dueño de una máscara dorada de una presencia como pocas. En el mural están los tonos cálidos en amarillo y naranja dejamos, enmarcando el resplandor, pero sobre todo el pasado de esta lucha y de la sencillez de sus máscaras; ahora entramos al azul, al futuro, la noche, al glamur, la extravagancia en los equipos de lucha, en particular a la catarsis que los ídolos como Felino, Pierrot, El Fantasma, Mephisto, Volador y Místico provocan ante su público, una multitud fiel que, noche a noche, muestra su respeto o rechazo; dejamos atrás también los enfrentamientos al ras de lona, para recibir la lucha aérea con la silueta de ORO de un luchador suicida que fue uno de los máximos exponentes de este estilo, gladiador entregado y que finalmente dejó su vida en el ring dando paso a su propia leyenda... Pero y si de leyendas hablamos, Atlantis ocupa un lugar muy privilegiado en esta constelación de ídolos, bellamente trazado en el firmamento plástico donde se le ve aplicando su famosa llave conocida como la Atlántida, misma que le ha hecho conquistar muchas máscaras ya legendarias, y para muestra la incógnita de Villano Tercero, ídolo de México que entre lágrimas de pena supo renacer y continuar con su historia de éxito, porque la lucha libre es así, hay derrota aunque también gloria, siempre a dos de tres caídas sin límite de tiempo.

Las nuevas generaciones serán testigos de la trascendencia de este bello patrimonio mural, que ya es parte del universo cultural de la lucha libre mexicana. Enhorabuena, mi eterno agradecimiento para el maestro Miguel Valverde por entregar su magia y pasión, pero sobre todo su enorme talento.

Romeo Saadi Samano/ GranSatan

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